Esta noche, a las 20.45, los aficionados atenienses volverán a rugir como en sus grandes noches. La tremebunda crisis que les azota quedará apartada a un segundo plano durante un par de horas en beneficio del fútbol. Todo en Grecia pinta oscuro pero lo que va mal puede ir a peor. Y un panorama más deprimente solo se puede imaginar si la selección se queda fuera de la Eurocopa que ganaron en el año 2004, la única alegría que ha tenido el pueblo desde entonces.
Para evitar esta debacle es fundamental imponerse a Croacia en el estadio del Olympiacos, que lleva el nombre de nuestro protagonista. Si se consigue dar este primer paso, vencer a Georgia como visitantes el miércoles pasará a convertirse en un mero trámite con tintes de cuestión de Estado.
Probablemente el escenario para la batalla de hoy se haya elegido por su capacidad y por la facilidad que tiene para tornarse en caldera pero nadie puede negar que en una noche en la que hay que invocar a la heroica, asociarlo todo al nombre de Karaiskakis tiene de trasfondo una pequeña llamada a la unión para defender el orgullo nacional.
Precisamente eso, defender a su país, fue lo que hizo en vida este personaje nacido de los amoríos entre una joven viuda encerrada en un monasterio y su idilio con un jefe de la guerra que iba de paso por la zona. Aquello hizo que ya fuera marcado desde joven y vilipendiado por aquellos que le rodeaban en una sociedad convulsa que se desarrollaba bajo el "yugo" otomano.
Sin embargo, dicho sea con justicia, Karaiskakis es de los pocos que en parte se vio beneficiado de esta situación de dominio. Prisionero de Ali Pasha de Tepelen, éste vio pronto sus cualidades y le reclutó para que formara parte de su ejército recibiendo por ello además de dinero una educación a la que no muchos podían aspirar.
Todo aquello se volvió, a la larga, en contra de los propios otomanos. Fallecido su valedor, Karaiskakis desertó del ejército y se retiró a las montañas. En esta situación, se declaró la revolución griega en el Peloponeso y Karaiskakis decide ponerse manos a la obra comandando un ejército de gente curtida por los avatares de la zona en la que él se encontraba. Juntos empiezan a suponer un problema para los turcos desenvolviéndose con singular destreza en varios combates.
Su fama pues va ganando enteros y en torno a su figura muchos se aglutinan para combatir al invasor, más después de sus esfuerzos por superar el asedio de la ciudad de Messolonghi. Ésta es finalmente recuperada por los helenos, pero tras negarle un político ambicioso la jefatura a Karsikaris para quedársela él, vuelve a manos de los turcos.
Relegado de su puesto acusado de colaborar con el enemigo, al final logra restaurar su honor tras numerosos esfuerzos y ser readmitido para luchar en favor de Grecia. Después de aquello, considerado de nuevo como héroe nacional, se ve envuelto en numerosas escaramuzas a lo largo y ancho del país
Al final como no podía ser de otra forma acabaría encontrando la muerte en una batalla, la de Anatolos. En ella los griegos intentaban levantar el asedio de la mítica Acrópolis y fue en un escenario tan significativo como aquél en el que Karaiskakis perdía la vida tras ser perforado su abdomen con una bala. En esa zona se encuentra hoy el estadio homónimo. Dónde uno cayó, sus herederos en materia futbolística intentarán hoy triunfar.
viernes, 7 de octubre de 2011
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