Hasta la aparición en escena del mesiánico Henrik Mkhitaryan, cuya figura ha revolucionado el fútbol del país llevándolo hasta cotas nunca antes soñadas, Armenia lo fiaba todo a un chico que en edad casi juvenil se había marchado a uno de esos grandes clubes europeos a los que no les tiembla el pulso a la hora de dar la alternativa a talentos emergentes.
Se movía siempre por las zonas ofensivas y su nombre era Edgar Manucharyan. Para un territorio poco acostumbrado a los jugadores de nivel, que alguien como él hubiera llamado la atención del Ájax de Ámsterdam ya era motivo de orgullo nacional. No resultó sin embargo una sorpresa puesto que el campeonato armenio se le quedaba pequeño.
Era una opinión unánime como demostraba el hecho de que jugando en el Pyunik de Yerevan, los periodistas especializados coincidieran en nombrarle mejor futbolista del 2004 con tan solo diecisiete años. En la capital había nacido, en la capital se había formado y allí había debutado como profesional con solo quince inviernos ganando tres campeonatos de liga consecutivos.
Su paso por Holanda, eso sí, no empezó bien. A prueba con el equipo y durante un amistoso invernal en Elche contra el Barcelona, sufrió una lesión del metatarsiano que truncó sus esperanzas de entrar por la puerta grande y retrasó su llegada definitiva hasta el verano siguiente a cambio de una cifra cercana a los 100.000 dólares.
Importante fue para cerrar la operación el gran partido que firmó ante el Podeba macedonio en una previa de Champions League. Aquella noche Manucharyan marcó dos tantos de la victoria final por 1-3 en Skopje y fue nombrado "Man of the match". Una actuación destacada que tenía truco pues, con el tiempo, se supo que el rival había amañado el duelo.
Aquello hizo dudar al club holandés y al público de sus habilidades. Tampoco pudo demostrar que estaban equivocados, pues apenas contó con minutos cerrado por otros compañeros y castigado por los problemas físicos. En busca de minutos aceptó marcharse cedido al Harlem. Allí cobró protagonismo pero cuando parecía que la apuesta iba a salir ganadora, el club entró en bancarrota.
Hubo pues que buscarle otro lugar en invierno. Fue así como acabó en el AGOVV Apeldoorn, donde demostró también un rendimiento bastante alto. Pese a ello, ni el Ájax ni el atacante parecían muy dispuestos a entenderse en un futuro cercano, por lo que acordaron rescindir el contrato y renunciar a la temporada de vinculación que aún les quedaba.
Libre, decidió volver a casa. Rodeado de los suyos y en un campeonato menos competitivo, recuperó la ilusión por el juego y las buenas sensaciones. Eso le puso de nuevo en el escaparate y para comprarlo llegó el Karpaty ucraniano. Parecía el destino ideal por tratarse Lviv de una ciudad cercana a su tierra y suponer su fichaje un paso adelante en su trayectoria.
Sin embargo, con todos el papeleo tramitado entre los dos clubes interesados y a falta solo de su firma, decidió no coger el avión que le llevaría hasta el nuevo destino. Aunque todo son especulaciones se cree que detrás de aquel episodio se encuentra el hecho de que allí nadie le garantizaba el papel protagonista que él creía merecer.
En lugar de eso aceptó marcharse cedido al Ural Sverdlovskaya Oblast de Ekaterimburgo. Al final lo que era una cesión ha acabado convirtiéndose en un traspaso definitivo y allí sigue, buscando su sitio en el antepenúltimo clasificado de la Premier League rusa junto a otro aspirante a estrella como el húngaro Vladimir Koman mientras batalla contra unas lesiones que nunca han terminado de abandonarle del todo.
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