La Champions League vuelve esta semana a nuestras vidas después de unos meses de ausencia, periodo de tiempo aprovechado por los participantes que quedan en liza para afinar la melodía que les ha llevado a situarse entre los dieciséis mejores conjuntos de Europa. El nivel se sobreentiende pero hay una eliminatoria que centra todas las miradas, esa que enfrenta al Manchester City contra el Barcelona.
Durante ciento ochenta minutos, que pueden ser doscientos diez si las fuerzas se igualan, algunos de los nombres con más categoría del globo cruzarán sus destinos sobre el césped. Sin embargo, por encima de ellos, a una distancia prudencial, se libra también una batalla que abandona los parámetros de los físico y lo deportivo para desviarse por el sendero del orgullo.
Los azulgrana, como un Scrooge de Dickens despojado de sus atributos indeseables, reciben la visita del fantasma de las navidades pasadas con la idea de apagar su voz tortuosa y escribir nuevos versos en presente y futuro, independientes de su herencia. Aquellos que un día tejieron con paciencia la que quizás haya sido la etapa más gloriosa de club, Ferrán Soriano y Txiki Beguiristáin, se sientan ahora en el palco del Ettihad seducidos por los exóticos aromas a especias y triunfo que llegan desde la embajada de Oriente Medio en Manchester.
Mientras el City intenta adquirir con dinero una idea de juego y unos valores que en los clubes ingleses siempre brotaban de forma aislada desde la mente de lobos solitarios como Shankly o Busby; el Barcelona ha cambiado sin cambiar. "Las mismas caras, los mismos cuentos", que diría Loquillo, pero con distinto argumento.
Sin que se haya cortado, el grifo que antes chorreaba en la cantera ahora gotea. No es falta de voluntad sino de taquillas en el vestuario. Aquellos que ya estaban se han ganado el derecho a dejar paso cuando deseen y a los que han ido llegando dinero mediante, toca darles protagonismo para que la transición sea suave. Los extremos han empezado a dignificar las bandas mientras que Messi paladea las ventajas de compartir su don con quienes le rodean. La posición de "nueve" ha sido desterrada y se ha descubierto que la calidad puede ser a veces más útil que la cantidad cuando se toques se trata.
Las bondades primigenias del modelo no se las han llevado consigo a la Premier la "vieja guardia" de Laporta pero hay pinceladas. Para empezar se encontraron al llegar con un Yaya Touré ya asentado. El marfileño, al que solo la progresión de Busquets frenó en la Ciudad Condal, es el alfa y el omega de los mancunianos independientemente de que otros que le acompañan tengan más cartel.
Con esa pieza encajada y la tranquilidad que da un proyecto al que llegaron con títulos ya conseguidos, este verano dieron un paso más al prescindir del resultadismo de Mancini y dejar la plantilla en manos de Pellegrini. El del chileno es un fútbol más alegre y rápido que ha devuelto la identidad a futbolistas talentosos que la habían perdido.
Menos visible es, de momento, el intento de potenciar unas inferiores que se encuentran en fase germinal. Por otro lado, en lo que al manejo del patrimonio económico se refiere, la propuesta de expansión que abandera Soriano empieza a echar raíces fuera, con franquicias inminentes en Estados Unidos y Australia. Son aportes de coherencia que dan credibilidad y solidez a la inversión del jeque.
La realidad es que, a día de hoy, el City es un equipo que ha encontrando buenos tutores para enfrentar la fase de madurez. Es probable que solo con ello no le sirva para eliminar a su rival pero las prisas ya son cosa de antaño. Con señas de identidad propias pero aportes de un modelo que hizo historia con el 'sextete', la entidad es ya algo más que el juguete de un niño rico.
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