Steeve Elana, portero con más de cien partidos en Ligue 1, bajo los palos. Línea de cuatro en defensa con Gael Clichy en el costado zurdo, Garry Bocaly en el diestro y una pareja de centrales formada por Raphael Varane y Ericd Abidal. En el centro del campo, Axel Witsel y William Vainqueur forman doble pivote, con Jimmy Briand acostado a la derecha y Maurice-Belay a la izquierda. Arriba Loic Remy y Emanuel Rivière. Esperando su oportunidad en el banquillo Nicolas Anelka, Sylvain Marveux o Anthony Modeste.
El que acabo de escribir es un plantel más que competitivo, un conjunto de futbolistas capaz de plantarle cara a muchos de los mejores del planeta. Podrían jugar juntos y sin embargo nunca lo han hecho. Es más, ninguno de ellos estuvo ayer presente en una de las victorias más importante del combinado de Martinica, país en el que todos tienen raíces.
Los caribeños, que volvían a una Copa de Oro después de trece años de ausencia, lograron el segundo triunfo de su historia en el torneo tras el conseguido en la edición de 2002 ante Trinidad y Tobago. Tres puntos en la fase de grupos que resultaron sufridos y se consiguieron en el tiempo añadido ante un rival, Canadá, con el que había cuentas pendientes.
En la que fue su participación más exitosa hasta ahora, en 2002, la selección que en un futuro próximo dirigirá el español Benito Floro consiguió acabar con el sueño martiniqués en los penaltis. Un varapalo para la pequeña isla perteneciente al grupo de las Antillas Menores y convertida en departamento ultramar de Francia.
Este último aspecto, que le permite estar bajo el control de uno de los países más poderosos del mundo es, en materia de fútbol, su cruz; el filo que cercena su crecimiento. Los caribeños no pertenecen a la FIFA y la selección gala tiene la opción de convocar a los allí nacidos para la escuadra nacional.
Encerrados en la CONCACAF, este organismo les obliga además a llamar para la Copa de Oro a jugadores que no hayan participado en los cinco años anteriores con "Les Bleus" y permite a estos debutar con Martinica y vestir luego la elástica francesa si tuvieran la oportunidad; aspectos que dificultan aún más si cabe la creación de una plantilla eficiente.
Pese a todo, el país sigue dando muestras de competitividad y atrayendo cada vez más a jugadores que aportan algo de experiencia en territorios importantes. Es el caso de los centrales Babin y Gregory, pertenecientes al Alcorcón y al Sporting respectivamente; del ex del Hércules Olivier Thomert y sobre todo del delantero Fredéric Piquionne.
El suyo es un caso paradigmático. Joven talento que pasó por el Mónaco o el Lyon entre otros, debutó a los 24 años con Martinica. Su progresión sobre el césped le valió para tener una oportunidad en el seleccionado galo. Aquellos trece minutos en un amistoso contra Austria disputado en 2007 supusieron un "pecado" por el que ha tenido que pagar penitencia. Cumplido el lustro de "castigo" en la competición continental, ha vuelto para ayudar al combinado caribeño en su progresión.
Él, y el resto de sus compañeros, saben de la importancia de la cita que está teniendo ahora lugar en Estados Unidos. Al no poder jugar un Mundial, son conscientes de que la Copa de Oro es quizás su única forma de reivindicarse en el exterior. Por ello cuando en el minuto 93 el veterano Fabrice Reuperné, único superviviente del conjunto de 2002, enganchó una volea que se coló como un misil; la locura estalló sobre el verde. El representa el pasado y el presente de un país que quiere reescribir su futuro con nuevos cimientos y la ilusión intacta.
1 comentario:
Buenas, podrían tener una buena Selección con todos esos jugadores. Victoria muy importante para ellos. Saludos!
www.atleti1903.blogspot.com
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