El de hoy ha sido un día de entrenadores. Es innegable que la noticia que ocupa todas las portadas es la del fichaje del Tata Martino por el Barcelona. Sin embargo, y teniendo en cuenta la sobreinformación venidera en lo sucesivo, he preferido detenerme en la segunda más destacada, la marcha del Anzhi del holandés Guus Hiddink.
La que se ha conocido esta tarde a primera hora ha sido una información tan fría como el lugar del que llegaba. Sorprendente, inesperada, sin más arabescos que las palabras del técnico, que afirma que lo deja ahora que el club parece estar preparado para subsistir sin su ayuda. Puede que así sea o que por el contrario haya pesado un comienzo de liga sorprendente por lo pobre, con solo un punto de seis posibles.
En este momento es pronto para sacar conclusiones y los aspectos intrínsecos de esta decisión los dibujará el futuro del holandés, del que se habla para ocupar el banquillo de alguna selección con aspiraciones mundialistas. Independientemente de lo que suceda, lo cierto es que los resultados pueden permitirle marcharse con la conciencia tranquila.
Lejos de ir a hibernar mientras engrosaba su cuenta corriente con ceros, Hiddink se va cambiando la cara del equipo de Daguestán. Bajo su mente analítica, el gasto febril del oro por parte de Suleiman Kerimov se ha canalizado hacia la cordura. A las inversiones en imagen con los fichajes de un Roberto Carlos en decadencia futbolística y un Etoo que aporta más de lo que muchos esperaban, les han seguido futbolistas con la calidad suficiente como para armar un bloque compacto y tácticamente estable.
Al contrario de lo que sucedió en campañas anteriores, el nombre del Anzhi no se ha visto mezclado con ninguna de las grandes operaciones del mercado en el plano internacional. Bien es cierto que la entrada de los jeques árabes les ha restado protagonismo pero no lo es menos que capacidad para competir en salarios sobra en el club de la antigua Unión Soviética.
A la gran inversión el pasado invierno en William, el jugador más caro de aquél periodo, le han seguido en estos meses de estío adquisiciones contrastadas en el ámbito nacional como Kokorin o Denisov. La cara repesca de Samba, jugador clave en los planes del ya entrenador saliente, ha sido de momento el único capricho extramuros.
El proyecto, más sólido que otros castillos construidos sobre arena por nuevos ricos, ha ido dotándose de coherencia en una política donde ha tenido mucho que ver el hombre ya cesante, el mismo que ha conseguido clasificar al equipo tercero en liga la pasada campaña y potenciar el fútbol de base, aspecto casi yermo hasta la fecha.
Con una sólida base puesta, el objetivo cortoplacista es consolidarla de la mano de René Meulensteen, holandés también, que conoce cada palmo de una casa compleja como es Old Trafford pero con un bagaje inferior al de otros candidatos a ocupar el cargo. Con la competencia económica de otros transatlánticos nacionales como el Zenit, en manos del club está ahora volver a caer en el pecado del gasto indiscriminado o poner el dinero en gente efectiva por encima de su cartel. Dilemas de rico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario