De la fidelidad que suelen tener los entrenadores nacidos en el norte de Francia ya hemos hablado en esta sección. El ejemplo más claro era el de Guy Roux pero hay otros como el de un paisano de Alsacia del que ya hablaremos o el de nuestro protagonista de hoy, nacido a la misma altura del país pero en la orilla opuesta.
Christian Gourcouff, factótum del Lorient y padre de Yoann en ese orden, vino al mundo en una localidad bretona de nombre Finistère. Analizado con el tiempo y extrapolándolo al club donde es mito, puede que en el fondo sea un presagio, que no haya nada más allá cuando el decida bajarse del barco y disfrutar de un retiro más que merecido.
Sin embargo nadie quiere pensar en ello por el momento y mientras el cuerpo aguante, continúa presentándose puntual cada verano para iniciar la pretemporada. El mismo ritual que sigue desde que regresó en el año 2003. Aquella fue una situación violenta, como la del marido que se marcha con la secretaria y retorna a casa arrepentido sin dar explicaciones tras una ausencia prolongada. El Lorient, con el que había mantenido una relación de diez años entre 1991 y 2001, le perdonó los cuernos que les puso con el Rennes y el Al Gharrafa. Desde entonces mantienen una vida de pareja de lo más estable.
Incluso, para evitar que vuelva a caer en la tentación, el equipo le concede de vez en cuando algún capricho como la compra de Steve Marlet, jugador que llegó pasado de todo y lastrado por los problemas físicos con treinta y dos años y se marchó con treinta y tres habiendo jugado solo un partido completo en toda la campaña.
En su defensa hay que decir, eso sí, que en su currículum figuraban clubes de primer nivel y más de veinte convocatorias con la selección francesa. Nacido en Pithiviers, el punta comenzó a despuntar en el Red Star de Saint-Ouen, un suburbio de la capital. Allí pasó cinco temporada antes de dar el salto al Auxerre, su primera gran oportunidad.
La aprovechó y por eso recibió la llamada del Lyon, donde se consagró como un excelente goleador y se ganó el derecho a vestir la elástica nacional. También la posibilidad de emigrar fuera de sus fronteras. El encargado de reclutarle fue el Fulham, que pagó por sus servicios 11,5 millones de libras. La cifra fue, hasta 2008, la más alta desembolsada por la entidad.
Petición expresa del por entonces entrenador Jean Tigana, la contratación resultó un fracaso, más cuando el técnico acabó siendo despedido meses después. Convertido en un lastre, le cedieron al Marsella hasta que el conjunto londinense pudo deshacerse de él y de su alta ficha. Tan mala fue la experiencia que el dueño Mohammed Al Fayed llevó a juicio a Tigana por considerar que el galo había inflado el precio del delantero. Lógicamente el mandatario perdió.
Fuera de la Premier, su siguiente destino fue el Wolfsburgo, otro equipo habituado a las inversiones ruinosas en jugadores que rinden por debajo de lo esperado. Esta vez no se dio la excepción. Fue el paso previo a su fichaje por el Lorient. En una carrera que apuntaba a la decadencia absoluta, intentó probar suerte con el Ipswich Town y el Chicago Fire, pero recibió un portazo en ambos.
Aún así no quería afrontar la retirada y acabó enfundándose la elástica del Aubervilliers, equipo de otro suburbio parisino, el lugar del que salió Abou Diaby. Finalizada aquella vinculación, aceptó volver al origen y colgar las botas en el Red Star, el lugar donde empezó todo. Hoy ejerce allí como entrenador asistente.
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