Una contundente victoria por 4-0 frente al Kashiwa Reysol el pasado miércoles puso la penúltima piedra del faraónico proyecto del Guangzhou Evergrande. Ese resultado, unido al 1-4 de la ida, coloca al equipo chino en la final de la Champions League de Asia, una eliminatoria por el título a doble partido ante el Seoul FC.
Para alcanzar algo semejante, la opción de ser el mejor equipo del continente, ha sido necesario un proceso de reconversión importante propiciado por la inyección de una montaña de yuanes que convirtió en nuevo rico mundial a un club descendido a segunda en 2010 por el amaño de un partido ante el Shanxi Luhu en 2006.
Desde el fracaso hasta la posible gloria, varios han sido los nombres de extranjeros de postín que han defendido los intereses de la entidad. Unos se marcharon como Didier Drogba o Lucas Barrios. Otros permanecen como el argentino Darío Conca o el italiano Marcello Lippi. Y solo uno lo ha vivido casi todo, el brasileño Luiz Guilherme da Conceiçao Silva, alias "Muriqui".
Comparado con los demás, su popularidad de puertas afuera no es excesiva. Sin embargo es entre los aficionados chinos donde encuentra su lugar, donde se siente el ídolo de masas. En las gradas se ven máscaras con su cara y se escuchan cánticos hacia su figura, los que siguen el deporte rey le paran por la calle y su nacionalización se reclama esperando que se convierta en un mesías futbolístico.
Muriqui representa el perfil medio del brasileño en Asia. Un futbolista que tras despuntar de joven ha peregrinado sin éxito por varios equipos de su país, ocho en este caso, antes de aterrizar lejos de casa con la técnica en la maleta y las ganas de labrarse un futuro en la cabeza. La diferencia es que su adaptación está fuera de toda duda y donde otros con más caché fracasaron, él continúa agrandando su leyenda.
Convertido en uno de los primeros fichajes que denotaban ciertas aspiraciones cuando el equipo aún naufragaba en la categoría de plata, fue artífice trascendental del ascenso, paso previo al desembarco de las estrellas. Desde entonces se ha convertido en el máximo anotador histórico del club y también en el que más goles ha conseguido en Liga, récord este último aún fresco
Sobrepasado por su fama, humilde y de mentalidad tranquila; huye a la playa cuando puede haciendo caso a su ADN. A sus veintisiete años dice haber renunciado a Europa y solo espera que su hijo nacido recientemente crezca sus primeros años en China, la patria que tan bien a acogido a su padre. Para agradecer esa confianza ha prometido, al menos de palabra, aguantar hasta los treinta años antes de volver a sus orígenes.
Las luces y los focos, de puertas a fuera, se los llevan el mediático Conca y el veterano y siempre carismático Lippi pero es probable que el equipo no hubiera llegado tan lejos sin la aportación de este jugador de perfil bajo pero altas prestaciones. Cuatro de los ocho goles de la eliminatoria ante el Kashiwa llevan su firma redondeando así una participación a nivel continental que mejora incluso la realizada en el campeonato doméstico. Coronarse como campeón sería cerrar el círculo, la culminación inmejorable para el riesgo asumido. Luego se retirará a las sombras, entre los seguidores de verdad que saben que no todo fue fácil. La foto de portada, que se la hagan otros.
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