Si alguien quiere saber a qué juega el nuevo Mónaco no lo tendrá difícil. Basta con mirar la tabla de goleadores de la Ligue 1 y descubrir que los nueve tantos que lleva hasta ahora el equipo se los han repartido entre sus dos delanteros, el rápido y desbordante Emmanuel Rivière y el "Tigre" Radamel Falcao.
Del segundo, que llegó con el estío a cambio de sesenta millones de euros, no había demasiadas dudas. Tras comerse la liga portuguesa y convertirse en el pichichi de los seres humanos en la liga española (Cristiano Ronaldo y Lionel Messi comen aparte), su fichaje por el equipo del Principado era un capricho que el magnate ruso Rybolovlev se podía permitir como piedra angular de su nuevo proyecto tras el ascenso.
El caso de su compañero de fatigas es diferente. Dotado de un indudable talento para el fútbol en general y el juego ataque en particular, su traspaso se cerró el pasado invierno cuando se peleaba por el retorno al lugar del que el equipo nunca debió irse. Con menos caché y por tanto necesitado de reivindicarse, ya dejó píldoras de talento en el tramo final de la pasada campaña confirmando las buenas sensaciones demostradas en el Toulouse.
Sin embargo, como los grandes jugadores, su brillo se ha incrementado cuando le han rodeado de un coro de lujo. Titular en solo dos encuentros, aún no ha disputado ninguno completo. Pese a ello ya suma cinco goles, solo dos menos que en su temporada más prolífica. Es la forma de recompensar a un equipo que vive y se mueve para que sus dos puntas hagan lo vistoso. Fútbol sencillo y casi de otra época esculpido en banda con laterales que llegan hasta línea de fondo y extremos con desborde. Todo ello sin renunciar al juego directo a espaldas de los defensas cuando la situación lo requiere.
De esta forma el balón acaba en la red impulsado siempre por los mismos pero en el proceso adquiere diferentes dimensiones. Dos dianas han llegado de penalti, tres de remate dentro del área, una de toque tras rechace, otra de córner y las restantes en balones largos donde Rivière, cual jaguar, ha tirado de velocidad y pericia para cocinarse el sólo el banquete, poniendo la guinda con sus acrobáticas volteretas. Esféricos llovidos indiferentemente desde la derecha, la izquierda o el centro que aterrizan a su destino por instinto depredador.
Así las cosas, en las primeras jornadas el oligarca parece ganar al jeque en el combate cuerpo a cuerpo. Su pareja de gladiadores ha firmado seis goles por tres y dos asistencias del otro gran dueto del campeonato, el que conforman el sueco Zlatan Ibrahimovic y el uruguayo Edínson Cavani en el PSG. El desparpajo, el descaro y la seriedad se imponen de momento al amor propio y la ambición. Sin embargo el espectáculo solo acaba de empezar.
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