En una ciudad cuya banda sonora son los violines de Mozart ha irrumpido recientemente un percusionista inesperado, un punta que tiene un mazo por pierna y la contundencia en la sangre. El encargado de importar los ritmos latinos en un fútbol clásico de sota, caballo y rey. Es español y se llama Jonathan Soriano.
Para aquellos que compartimos nacionalidad con él, nada nos sorprende. Debutante precoz en Primera y máximo goleador del Barcelona B en una temporada en Segunda, peregrinó por varios clubes antes de alcanzar un éxito más tardío de lo esperado en la cantera azulgrana. Solo un problema en su rodilla mientras disputaba la pretemporada a las órdenes de Guardiola eclipsó ese resurgir cuando parecía que le llegaría una nueva oportunidad. Fue entonces cuando puso tierra de por medio y emigró a Austria.
Escondido en una competición olvidada, cada fin de semana encuentra la recompensa a su osadía y a su virtud para marcar con algún pequeño párrafo en los diarios dentro de la sección del fútbol internacional. Lo suficiente para que todos recordemos que sigue allí haciendo lo que mejor se le da. Sin embargo en Europa, donde no tiene lazos estrechos con ningún otro territorio, el pequeño escenario donde representa sus mejores obras no es lo suficientemente atractivo como para llamar la atención.
Así, es posible que muchos descubrieran ayer de su existencia cuando, en un arranque de raza, perforó hasta en tres ocasiones la portería del Elfsborg en Liga Europa. Bien es cierto que no era el encuentro más relevante de la jornada pero su pequeña hazaña le ha colocado como el máximo goleador del torneo en la primera jornada y le ha permitido poner en una estantería, porque ahí residen los balones que colecciona cada vez que los marca de tres en tres, su último trofeo.
Sin embargo, quizás sea el momento de plantearse comprar un baúl. En apenas dos meses, e impulsado por la exigencia y la responsabilidad que supone ponerse cada fin de semana el brazalete de capitán, el ariete ha marcado cuatro tripletes, más que en el resto de su carrera junta. A su primero en Europa, en la fase de clasificación contra el Zalgiris; se unieron también uno en liga frente al Wiene Neustadt y otro en Copa ante el modesto St.Florian. Pese a todo, ninguno resulta tan especial como el cosechado el pasado curso frente al Wolfsberger. Ese día, con el subidón de ser padre en el cuerpo minutos antes, salió tras el descanso recién llegado del hospital y logró en cuarenta y cinco minutos el objetivo de regalarle el esférico a Abril, su hija recién nacida.
Convertido en el quinto máximo goleador en relación a los minutos jugados de la historia de la Bundesliga austríaca, Soriano es el miura de los toriles del Red Bull Salzburg. Él se lo toma con tranquilidad asumiendo que ya pasó su momento de tener que rendir cuentas en los campos españoles. Lejos del mundanal ruido, donde los circuitos televisivos y la parabólica de Vicente del Bosque no llegan, aspira a disfrutar de ese deporte que estuvo cerca de dejar por los problemas físicos. Es el premio a la constancia.
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