Con los problemas técnicos casi solventados, vuelve la actividad al blog retomando un serial que por despiste dejé olvidado la semana pasada cuando por esta sección apareción Joao Tomas. Os refresco la memoria para deciros que hasta ese día estábamos tratando el tema de aquellos entrenadores habituados a coger las maletas para poner rumbo a donde les llamen. Primero fue Bruno Metsu. Luego Henri Michel. Hoy el elegido es Phlippe Troussier.
Nacido en Paris pero africano de adopción, Troussier atesora un curriculum de lo más dilatado que le ha llevado a entrenar en tres continentes y a un gran número de equipos. Una faceta, esta de trotamundos, que descubrió cuando colgó las botas ya que como futbolista no salió de su país natal para defender los colores del Angouleme, el Red Star, el Rouen y el Stade Reims.
Lo mismo sucedió en sus primeros años en los banquillos, donde dirigió a cuatro equipos diferentes, entre ellos el Red Star (que ya conocía) o el Creteil Lusitanos. Finalizada aquella experiencia comenzó otra totalmente diferente que le llevó a cambiar su vida. Recibió la llamada de África.
En concreto esta llegaba de uno de los clubes del continente que más figuras ha producido: El ASEC Mimosas marfileño. Allí ganó varios títulos y el crédito para empezar a dirigir combinados nacionales, el primero de ellos el de la propia Costa de Marfil.
Con un impasse que le llevó al Kaiser Chiefs sudafricano y a un club en Rabat, siguió su periplo como seleccionador en Nigeria, Burkina Faso y posteriormente en Sudáfrica y Japón. A los primeros les dirigió en el Mundial de Francia y a los segundos en el que ejercieron como anfitriones, una cita sin duda histórica para el país.
No solo eso. Con él ganaron la Copa Asia, fueron finalistas en una Copa Confederaciones, quintos en los Juegos Olímpicos de Sidney y finalistas de un Mundial de categorías inferiores. Troussier fue clave para demostrar a los nipones que tenían más potencial del que ellos creían.
Seducido por Asia y probablemente también por los petrodólares, el "Chamán blanco" (como así se le apodó) puso rumbo a Qatar, a quien entrenó hasta que recibió la llamada del Marsella, sin duda el club más importante que ha pasado por sus manos. Tras dejar el cargo Marruecos tocó a su puerta al no clasificarse para el Mundial de 2006 pero solo aguantó dos meses por desavenencias.
Desde ese momento decidió refugiarse lejos del bullicio de nuevo en Asia. Después de pasear por el Ryukyu japonés actualmente dirige al Shenzhen Ruby chino bajo el nombre de Omar, el que adquirió cuando en 2005 se convirtió al islam. Su mujer Dominique se cambió el suyo por el de Amina. Además ha adoptado dos niñas a las que ha bautizado como Selma y Mariam. Definitivamente, África le conquistó del todo.
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