"Notas que te ahogas en seguida, en la primera carrera que haces no te queda aire. Los equipos se parten mucho porque el que ataca no puede defender por la falta de aire. Cuando vas a 3.800-4.100 notas que las piernas no funcionan igual. Quieres pero las piernas no responden. Para acostumbrarte hay que estar pero yo con seis meses nunca me llegué a acostumbrar, no puedes correr lo que corres aquí. Se te queda la garganta seca, te dan muchas náuseas".
Estas palabras las pronunció el jugador español David Mainz durante una entrevista con este blog. Acababa de volver a España tras militar en el Jorge Wilstermann y con ellas profundizaba acerca del mal de altura, sin duda el mayor enemigo para todo aquel que debe desplazarse a Bolivia para jugar un partido.
Dichas eventualidades las sufrió el River Plate en su visita al San José de Oruro. En una las ciudades situadas a mayor altura del mundo, 3.735 metros, los argentinos se descompusieron y acabaron viendo como su potencial se hacía añicos con dos goles en contra durante los últimos diez minutos. Un calvario que ya sufrió, por ejemplo, la albiceleste en el 2009.
Resulta evidente que Bolivia goza de una ventaja competitiva que no tienen otras naciones. La aclimatación de los allí nacidos les permite un mayor despliegue físico con el que en muchas ocasiones solventan las carencias técnicas de sus futbolistas. Es como si el rival jugara con una mochila o una bolsa de plástico en la cabeza.
La situación, si bien molesta, no había supuesto hasta la fecha una problemática excesiva. Sin embargo, en un fútbol cada vez más globalizado, la calidad de los profesionales se ha incrementado en todas las zonas y a donde esta no llega lo hace el dinero que permite fichar piezas interesantes para formar plantillas solventes. Así pues parece cada vez menos casual que clubes como el San José den la campanada ante el River Plate o que el Bolívar alcanzara la penúltima ronda de la Libertadores el curso pasado.
No se le pueden poner puertas a la naturaleza ni obligar a los equipos a disputar duelos fuera de casa hasta llegar a un término medio que haga a sus contrarios competitivos. Así pues todo hace indicar que estamos ante el progreso definitivo del fútbol boliviano, al que hasta ahora solo se le conoce un éxito en concepto de clasificación mundialista.
La ayuda extra que no le ha dado ni la economía ni las infraestructuras la traen, en un caso bastante particular, la evolución natural y el entorno. La duda es saber si la ciencia será más fuerte. Sin ir más lejos el River tomó sin demasiado éxito batidos que incluían viagra para afrontar su visita a Oruro. La lucha, de momento, es desigual.
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