A solo unos meses de que el Brazuca comience a rodar en los campos de Brasil con motivo del Mundial, el verde se ha manchado de rojo oscuro casi negro. En una jornada que ha visto caer al abismo de la división de plata a dos históricos como el Fluminense, campeón el año pasado, y el Vasco de Gama; las lágrimas inherentes al sentimiento han quedado eclipsadas por la sinrazón que emerge dentro de los individuos frustrados.
Cuando unos salvajes carentes de empatía entran en confrontación con otros salvajes ansiosos por descargar su ira, las escenas indignas afloran en un espectáculo más propio de los documentales de animales que del noble arte del deporte. Violencia en dolby surround, en directo y sin tamizar para el resto del mundo entre los seguidores del Atlético Paranaense y los del Vasco de Gama.
Es el precio que se paga cuando las masas entran en combustión y el papel de aficionado se torna en el de soldado de fortuna, en el de defensor kamikaze del orgullo caído. Nadie piensa, solo actúa. Golpea y no pregunta. Olvida que su imagen es la de la escoria humana a ojos de los japoneses, de los moldavos, de los estadounidenses... de sus vecinos, de sus mujeres, de sus hijos.
La falta de amparo, la pasividad de las fuerzas del orden, la dejación de funciones y la habilidad para pasarle la mierda a los demás tampoco ayuda. Mientras los energúmenos se zurraban la badana en las gradas, mientras unos monstruos pateaban la cabeza de un hombre que yacía inconsciente en el suelo; los que tenían que velar por la seguridad se mostraban inseguros.
Los policías echan la culpa de la falta de asistencia a los privados. Estos a los policías. Lo único cierto es que, en el fragor de la batalla, nadie hacía las veces de muro de contención para la locura sádica de individuos que bajo sus gorros y capuchas exhibían ojos inyectados en sangre, como felinos en el momento de la caza.
Con su incapacidad para poner freno a lo que se vio ayer, Brasil queda a la altura del betún, tocada en su fachada antes de la primera de las dos citas que deben demostrar extramuros su condición de potencia mundial emergente. Todo un toque de atención para lo que se le viene encima. No se admiten más errores. Por desgracia, energúmenos hay en todos lados.
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