"Al rajae" significa esperanza. Y eso es lo que tiene el Raja Casablanca, el segundo equipo africano que disputará una final del Mundial de clubes por detrás del TP Mazembe congoleño. Es el premio al aliento de un país entero que ha llevado en volandas al club que les representa en el torneo y que persigue revelarse contra el poder establecido del Bayern.
De rebeldía sabe bien al que llaman "El equipo del pueblo". Fue ese espíritu de inconformismo el que llevó a los resistentes marroquíes a fundarlo a finales de la década de los cuarenta con gente de la tierra. Era un grito silencioso en medio del protectorado francés, ahogado en parte por las normas restrictivas de este último. De hecho el primer presidente Ben Abadji Hejji fue un argelino con pasaporte galo, un perfil consentido por los europeos.
En el campo, eso sí, las cosas eran diferentes. Los que vestían la camiseta y sudaban por la victoria eran gente de Marruecos. Aquello despertó las simpatías de muchos aficionados en las gradas. No era el caso de los seguidores del Wydad, el eterno rival. Cada derbi es un espectáculo de masas con decenas de miles gargantas que se citan en el estadio Mohammed V, coloso levantado en medio del barrio de Maarif que en sus inicios recibió el nombre de Marcel Cerdan en honor un boxeador de renombre que llegó a tener un affaire con la cantante Edith Piaf.
Es un duelo caliente e intenso que, como en tantos otros casos, trasciende lo meramente deportivo para acariciar aspectos de carácter más social. Así, mientras el Raja representa a las clases trabajadoras radicadas en los barrios más populares de la ciudad, los del Wydad son los colores de la clase media. La rivalidad es tal que incluso ambos han tenido que enfrentarse en Rabat alguna ocasión para evitar complicaciones.
Mucho tiene que ver en ella un hombre, Affani Mohamed Ben Lahcen, más conocido como "Padre Jégo". Creador y primer técnico del Wydad, acabó abandonando la entidad por problemas con la directiva. Para darle cobijo estaba el otro equipo de la ciudad, al que acabó dirigiendo durante once campañas. Hombre viajero, sus visitas a Europa durante su primera etapa marcaron el potencial táctico del Wydad. Una idea de fútbol completamente antagónica a la del Raja, donde aplicó unos postulados más propios de la alegría y la vistosidad del balompié sudamericano que le llevaron a ser bautizados como el "Raja Ifraja" (Raja espectáculo).
De esta forma siempre ha considerado al rival del Bayern en la final del Mundial de clubes como un conjunto agradable para la vista pese a la dificultad para materializar su estilo en trofeos. Un plantel dispuesto a sacrificar el resultado por dejar buen sabor de boca. Esa visión idealista acabó dando frutos a finales de los ochenta y durante la década de los noventa.
Fue un esplendor atípico en el que se conquistaron tres Ligas de Campeones africanas y siete campeonatos nacionales con entrenadores de ocho nacionalidades diferentes que iban aportando sus ingredientes personales. La mixtura resultó en algunos casos y fue asumida con naturalidad hasta la participación en el primer Mundialito de clubes, la única que había conseguido hasta la fecha. Los "Nousour Al Khoudar" (Águilas verdes) cayeron ante el Real Madrid (3-2) y el Corinthians (2-0) en lo que acabó siendo un punto de inflexión.
Desde entonces ha habido gloria, sí, pero nada ha sido lo mismo. Los precedentes con equipos europeos se ciñen a amistosos con rivales como el Barcelona o el Athletic y no hay datos fiables que puedan indicar hasta qué punto existe la capacidad de sorprender en la final a los alemanes. Solo jugarla ya es un premio pese a que el equipo disputa el torneo como ganador de la Liga del país anfitrión, una de esas decisiones que estropean un poco su logro y hablan mal de un Mundial cada vez más democrático pero aún demasiado desprestigiado por la forma en que se organiza.
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