La cara de niño de la eterna promesa del fútbol austríaco siempre le llevó la contraria a su documento de identidad. Roland Linz sigue pareciendo joven pero como quien no quiere la cosa ya suma treinta y dos primaveras en las que ha acumulado todo tipo de experiencias vitales. De hecho recientemente se ha embarcado en una nueva, pero empecemos por el principio.
Nacido en Leoben, localidad radicada en el centro de Austria, Linz jugó en el equipo local hasta que se le ofreció la oportunidad de probar suerte en la cantera de un club extranjero, el Munich 1860. Fue el primero de sus múltiples viajes como futbolista, una expedición que terminó cuando dos años más tarde decidió regresar a su club de origen.
Allí dio el salto al profesionalismo y sus buenas cifras llamaron la atención de algunos equipos punteros del país, entre ellos el Austria de Viena, que fue el que finalmente se animó a contratarlo para perforar las redes contrarias. Su paso por la capital empezó bien, levantando la Liga y la Copa. Sin embargo la alegría no duraría mucho.
Acto seguido encadenó cesiones en el Amira Mödling, el Niza y finalmente el Sturm Graz; desde donde regresó para jugar una campaña más en Viena. Convertido en amuleto de la entidad, ese curso volvió a repetir doblete convirtiéndose además en el máximo goleador del campeonato. Su nombre empezó a sonar con más fuerza y fue así como realizó su primera incursión en Portugal.
Le fichó el ya extinto Boavista aprovechando que estaba libre. Y la jugada le salió redonda ya que solo un verano después se lo vendió al Braga por dos millones de euros. Portugal parecía ser un lugar propicio para él ya que en su nuevo destino también brillaba. Sin embargo todo comenzó a torcerse después de discutir con su técnico Jorge Jesús tras una sustitución.
Linz dejó de entrar en los planes de este y acabó cedido la segunda parte de la temporada 2009 en el Grasshoppers. Posteriormente se desvinculó de los lusos para marcharse al Gaziantespor turco. El punta no se adaptó al país y acabó regresando una vez más al Austria de Viena, la cuarta en su carrera futbolística.
Esta vez aguantó varias temporadas. Empezó fuerte en su regreso pero su juego fue de más a menos. Pasada la treintena decidió que era momento de un cambio radical. Y fue así como cogió un avión, se recorrió medio mundo, y apareció en el Muangthong tailandés tras aplazar su boda con una muchacha de nombre Alina. Al final esa apuesta por lo exótico ha durado poco. A partir del mes de enero se le podrá ver con una nueva camiseta, la del Os Belenenses lisboeta.
1 comentario:
Una de esas típicas historias de cracks que no fueron.
Muy bueno
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