De aquellos barros vienen estos lodos piensan ahora los aficionados de Rangers FC cuando sepultados en la catacumbas del fútbol escocés pelean por recuperar el espíritu del ya desaparecido Glasgow Rangers, un equipo histórico castigado por sus excesos económicos descontrolados a fin de torcer el brazo del Celtic, el eterno enemigo.
Los protestantes purgan ahora los pecados cometidos en los años noventa cuando parecía que todo podía comprarse con dinero. Cada verano llegaban nuevos rostros glamourosos a Ibrox Park para lucir palmito. Ahora bien, lo que no solía cambiar era el entrenador. Temporada tras temporada, y a excepción de pequeños paréntesis para coger fuerzas, el inquilino del banquillo era siempre Walter Smith.
Hombre de club que ha pasado por casi todos los puestos posibles, el por entonces técnico solía hacer y deshacer, acertar con algunos fichajes y equivocarse con otros. Fue el caso de nuestro protagonista de hoy. Durante su presentación Smith aseguró estar "encantado" con el mismo y celebró el haberse adelantado a "los muchos equipos interesados". Lamentablemente las cosas no fueron como esperaba.
Nacido en Sinnamary, una localidad de la Guyana francesa, Darcheville llamó pronto la atención en el equipo local. Debido a ello el Rennes apostó por él con vistas al futuro. La que era una promesa se confirmó y por ello recibió la oferta de un club histórico como el Nottingham Forest. El salto se antojaba excelente pero se vio truncado por la desgracia cuando en un accidente de tráfico el delantero perdió a su mujer y a sus hijos.
El palo anímico fue duro y para recuperarse, Jean-Claude decidió regresar a Francia militando en el Lorient. Los goles y una mentalidad de acero le ayudaron a rescatar la confianza en sí mismo para mirar de nuevo hacia adelante. Así llegó por fin una buena noticia, la llamada del siempre atractivo Girondins de Burdeos.
Si tenía presión, no la notó. El punta cumplió con las expectativas y eso le valió para volver a cruzar el charco y firmar por el Rangers. En su primera campaña allí, el galo solo jugó un partido completo, la final de la Liga Europa contra el Zenit. La segunda tampoco funcionó mejor y en el mercado de invierno terminó en el Valenciennes.
Recuperado el acierto de cara a puerta y el ritmo competitivo, cualidades que le convirtieron en objeto de deseo; acabó siendo el Nantes el que obtuvo sus servicios. Sin ser titular habitual, salvo en algunos momentos de la temporada, dio la cara y ayudó en lo que pudo. Pese a todo no convenció lo suficiente como para seguir y acabó marchándose a Grecia para enfundarse la elástica del Kavala. La aventura duró un año ya que al final del curso decidió colgar las botas por problemas físicos.
Sin embargo, como sucede en otros casos, una vez en su territorio de origen el jugador se replanteó la decisión. Para quitarse el gusanillo decidió volver a darle patadas al balón en el US Sinnamary e incluso aceptó disputar la Copa de Ultramar 2012, un torneo internacional en el que se cruzan las diferentes colonias francesas.
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