martes, 23 de abril de 2013

Un cadáver, muchos culpables

 
Entre todos le mataron y el solo se murió. Esa es la frase que mejor describe la temporada del AEK de Atenas. Los capitalinos confirmaban ayer sobre el césped su descenso deportivo después de que un par de días antes ya estuvieran en la división de plata por una justa decisión tomada desde los despachos de la Federación.

La temporada 2012-2013 se recordará siempre como aquella en la que el AEK, el tercer equipo más laureado de Grecia solo por detrás de los todopoderosos Olympiakos y Panathinaikos, tuvo que llorar por primera vez una merma de categoría. El fracaso absoluto de una entidad donde todos los activos, desde los directivos hasta los aficionados, han tenido su parte de culpa en el entierro.

El AEK fue quien sufrió más la crisis griega entre los grandes pero al mismo tiempo ha sido víctima de otra crisis, la de los valores de todos aquellos que de una forma u otra han manchado el nombre y el escudo de una entidad que acumula casi noventa años de historia desde que la fundaran un grupo de refugiados griegos expulsado de Turquía allá por 1924.

La crónica de la muerte anunciada comenzó cuando firmaron el peor arranque liguero desde su creación. Se demostraba así que el equipo estaba destinado a sufrir durante toda la campaña debido a la imposibilidad de invertir con garantías en el mercado estival y a la obligación de deshacerse de sus grandes estrellas como consecuencia de su descomunal deuda.

Una deuda de 170 millones de euros con la hacienda pública amasada a lo largo de los años por saqueadores sin escrúpulos. La misma que hace un mes escaso provocó la custodia del administrador Andreas Dimitrelos y su posterior puesta en libertad tras el pago de una fianza de 40.000 euros. Además de señalarle a él como uno de los principales culpables, dos fiscales pidieron el arresto de los presidentes durante los nueve años anteriores. Como era previsible, todos escurrieron el bulto.

Intentando obviar los tejemanejes de los hombres de traje y corbata, la grada confiaba en el coraje de los suyos para salvar la dignidad sobre el tapete. Sin embargo pronto se demostró que la plantilla no iba a ayudar mientras albergara en su seno a desequilibrados mentales como el centrocampista Giorgos Katidis.

Talentoso en la misma medida que imbécil, el jugador internacional en las categorías inferiores decidió celebrar su gol ante el Veria con un saludo nazi. Pese a que aseguró que no sabía lo que significaba su gesto, hecho que solo hacía que convertirle en estúpido por partida doble, la Federación optó por apartarle de por vida de la selección. Asimismo el AEK le impidió jugar hasta final de temporada aplazando para entonces una decisión sobre su futuro. Desde ese momento los atenienses no volvieron a conocer la victoria.

A ello no ayudó, desde luego, el cambio de entrenador. A falta de solo dos partidos alguien consideró que lo más acertado era despedir al alemán Ewald Linen para sentar en el banquillo a Traianos Dellas, defensa central que se convirtió en mito como futbolista pero que carecía de experiencia previa como técnico.

En esa situación se llegó al encuentro frente al Panthrakikos, que debía disputarse en el Olímpico durante la penúltima jornada. Frustrados por un gol en propia puerta de Bougaidis en el tramo final, una piara de energúmenos incapaces de asumir que en el deporte no siempre se puede ganar, saltaron al césped para perseguir a sus jugadores camino hacia el túnel de vestuarios. El chiste de los cuatro gilipollas de turno le costó al club una sanción de tres puntos y por tanto su descenso directo a falta de un partido por disputarse, pese a que hubieran tenido opciones de salvación en función de otros resultados.

Se culminaba así un cúmulo de despropósitos en lo deportivo que al mismo tiempo no eran sino una analogía de lo que sucede a diario en un país sumido en el caos como consecuencia de una situación económica que ha cercenado la vida de los ciudadanos. Corrupción, violencia y exaltación de los radicalismos políticos concentrados en ese termómetro social que es el fútbol. Esperemos al menos que el desenlace sirva de escarmiento para no trasladar el modelo a otros ámbitos más importantes.

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