A lo largo de la historia del fútbol ha habido y habrá equipos que marcarán una época. El Brasil del 70, el actual Barcelona, los "Mágicos Magyares".... Precisamente en estos últimos me detengo en la medida en que su existencia guarda relación, y mucha, con el hombre que protagoniza el post de hoy.
Szusza fue uno de los elementos importantes de aquella plantilla que plantó cara a las grandes potencias en la década de los cuarenta y los cincuenta. Puskas, Kocsis, Czibor... y él, que actuaba como punta de lanza y como uno de los referentes en el plano ofensivo. Un tipo rápido y con buena colocación de cara a puerta que no pudo estar presente en el que estaba llamado a ser el partido de sus vidas.
El 4 de julio de 1954 Hungría se enfrentaba en el estadio Wankdorf de Berna a Alemania con el Mundial en juego. Los tantos iniciales de Puskas y Kocsis eran finalmente contrarrestados por Morlock y Rahn en dos ocasiones ante la mirada impotente del delantero, que en su carrera internacional anotó 18 goles en 24 partidos.
Fuera de la selección, su historia a nivel de clubes es fácil de contar. Debutó, creció y se retiró en el Ujpest. Toda la vida futbolística ligada al blanco y morado que colorea la camiseta de uno de los equipos punteros del país. Y allí la historia se encargó de demostrar que no sería uno más, sino una leyenda en todos los sentidos.
Tras llegar procedente del UTE en 1942 con menos de 20 años no tardó en llamar la atención de todos sus paisanos, que vieron en él a uno de los futbolistas con más futuro de su territorio. Una responsabilidad que no le supuso ninguna presión sino más bien un aliciente, pues en seguida se convirtió en estrella y empezó a hacer lo que mejor sabía: Marcar goles.
De todas las formas imaginables, durante diecinueve años anotó la friolera de de 393 según las cifras que maneja la siempre polémica IFFHS. Estas le sitúan como el duodécimo máximo anotador de las primeras divisiones de todo el mundo, a solo una diana de Hugo Sánchez y a doce del top ten que cierra de momento "Torpedo" Müller.
Su olfato fue además útil a nivel colectivo pues gracias a él su Ujpest levantó cuatro tíulos ligueros de los veinte que conservan sus vitrinas. Con la sensación del trabajo bien hecho se retiró para sentarse en los banquillos y dedicarse a las labores de dirección, en las que no cosecharía los mismos éxitos.
La aternativa se la dio el Gyory ETO, que volvería a apostar por él tras su inmediato paso como alineador del equipo de sus amores durante dos ejercicios. Después de aquello probó suerte en el Gornik Zabrze polaco, paso previo a su aterrizaje en España. Fichó por el Betis y en la ciudad heliopolitana entró en la historia como el segundo entrenador con más partidos dirigidos en la entidad solo por detrás de Serra Ferrer.
Además le dio la alternativa a mitos como Cardeñosa y Gordillo. No sería en cambio su única experiencia en nuestro país pues en noviembre de 1978 se hacía cargo del Atlético tras la destitución de Luis Aragonés y hasta final de temporada. Después de aquello entrenó una vez más al Ujpest con la finalidad de ponerle la guinda a su vida ligada al fútbol con 58 años.
Posteriormente se dedicó a disfrutar de un merecido retiro hasta que el 1 de agosto de 2006 fallecía a las 83 primaveras. Tres años antes, para su orgullo y como recompensa más que merecida al sudor que vertió en el césped de la que fue su segunda casa, el estadio su club de toda la vida había sido rebautizado con su nombre.
viernes, 30 de septiembre de 2011
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