Los que fueron del debut en Liga de Campeones del Nantes el 13 de septiembre del año 95 al fin de su sueño europeo tras la vuelta de las semifinales contra la Juventus celebrada el 17 de abril del 96. Aquel fue el techo de una plantilla magistral en la que estaban Karembeu y Makelele pero en la que destacaba por encima de los demás el trío ofensivo.
Precisamente a ellos dedicaré esta sección durante las siguientes semanas empezando por Nicolas Ouédec, el único que pasó por nuestra liga. En concreto vistió la camiseta blanquiazul del Espanyol dos temporadas tras llegar precisamente del conjunto francés en el que se labró un nombre.
Sus goles fueron los responsables de que esto así fuera. En franca progresión desde que llegara con 18 años procedente del CS Queven; Ouédec marcó dos goles en cinco partidos durante su primera campaña, siete en 21 durante la segunda, trece en treinta y seis durante la tercera y veinte en treinta y ocho durante la cuarta. En esta última fue coronado además como el top buteur.
Con la sensación inmejorable del trabajo bien hecho, el siguiente ejercicio era el destinado a su confirmación. Y lejos de bajar sus cifras las mantuvo con dieciocho dianas, siendo una pieza clave para que Les Canaris se proclamaran campeones. Por entonces ya había vestido la elástica nacional y estaba llamado a ser un futbolista importante en la Eurocopa de Inglaterra.
Pero, como en muchas carreras, todo lo cambió una grave lesión. Le llegó a mitad de temporada cuando llevaba ya cuatro goles en su debut en Champions. El incidente le impidió viajar a la importante cita selecciones y tuvo que ver en la distancia como su puesto era para otro peculiar futbolista que pasó por nuestro país, el ex deportivista de larga melena Mickael Madar.
Fue entonces cuando probó suerte con los pericos. Dos años que, sin ser malos, distaron mucho de lo que ofreció en sus buenos tiempos con la camiseta del Nantes. Por ello acabó retornando a su país para firmar por el PSG. El tiempo demostró que la decisión no fue la acertada y entre unas cosas y otras, el siguiente verano ya había puesto rumbo al Montpellier.
Con él en sus filas, el club intentó recuperar el trió mágico del Nantes y en el siguiente mercado estival le pusieron junto a él a sus otros dos compañeros de fechorías de los que hablaré en entregas sucesivas. El experimento, como todas las segundas partes, no fue bueno y Ouédec, a sus treinta primaveras, empezó a priorizar otras cosas por encima del ámbito deportivo.
Así aceptó una oferta del RAA La Louvière belga. Su periplo, como era de esperar por su rendimiento inmediatamente anterior, fue breve. El físico no acompañaba al francés, que ya había perdido su magia. Quizás por eso, porque sabía que no podría volver a ser el mismo, se marchó a China. Primero el Dalian Shide y luego el Shandong echaron el telón a su carrera como futbolista. Tras una prueba poco fructífera como entrenador asistente en L'Orvault Sport, hoy se dedica a la gestión hotelera.
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