Aquellos fastos breves pero intensos que comenzaban con una ingesta en el restaurante del genio de los fogones Paul Bocuse y terminaban con una brillante actuación en Gerland del no menos mágico Juninho Pernambucano suenan a pretérito perfecto simple pese a que eran norma hasta hace no demasiado en la Liga de Campeones.
Las crónicas de aquellos partidos en los que el Olympique de Lyon recibía a los grandes podían escribirse de memoria. Ir allí parecía siempre algo cómodo. Alejada la ciudad de las temperaturas extremas de la zona oriental del continente y relativamente cerca de casi todo, el halo de tranquilidad que rodeaba al desplazamiento desaparecía cuando los equipos despertaban del mismo tras el pitido final y descubrían que se llevaban de vuelta un resultado adverso.
Lo frío allí no era el clima, sino el rival. Un equipo de aspecto triste que jugaba en un hogar iluminado con la tenue luz de un quinqué. La cadencia monótona de aquellos jugadores de apariencia pétrea relajaba hasta que alguno de ellos, generalmente el brasileño, sorprendía con una genialidad. Al momento esta producía la ira en los futbolistas visitantes, que parecían recién levantados de una siesta con un cubo de agua helada.
Esa rutina, que duró casi una década, ha ido cayendo en el olvido ante el hundimiento progresivo del que fuera monopolista de entorchados ligueros en territorio galo. Con el único repunte de las semifinales de Champions en la 2009-2010 y una aislada Copa de Francia en 2012; la salida de alguna de sus estrellas y la incapacidad para encontrar sustitutos de garantías en un mercado cada vez más competitivo ha dejado cierto aroma a decadencia.
Ahora se habla de la rentabilidad que el París Saint Germain obtiene de su cheque en blanco. Y de lo poco que aprovecha una situación semejante el Mónaco. También del espíritu contestatario del Lille y el Saint-Étienne. Y sin embargo nadie menciona al Lyon, que parece borrado de la faz de la tierra desde que cerró la fábrica de títulos locales.
Desterrado en la tabla a veinticinco puntos del liderato, el alivio al dolor está ahora mismo al otro lado de sus fronteras. Beneficiado por sorteos más bien benévolos que han propiciado enfrentamientos de apariencia asequible, han ido superando rondas hasta los cuartos de final de la Liga Europa. Sin brillo, en el estado catatónico que le acompañó en la gloria y le arrastra en la caída.
El talento anémico que siempre ha acompañado a quienes defienden esos colores permanece. Sin embargo existe cierta voluntad de redención con respecto a las últimas campañas, esa que llega de la mano de unos canteranos que crecieron viendo a través del televisor la etapa gloriosa. Demasiado verdes aún, tutear a las grandes estrellas de la Juventus puede ser su doctorado.
El duelo ante el anfitrión de la final, alejado antes de lo previsto del panteón de las entidades ilustres, puede ser un antes y un después. Una victoria resultaría esperanzadora a corto-medio plazo y un aliciente para retener el talento emergente. Una derrota; otro curso más de tibieza, un nuevo motivo para la desmotivación. El fútbol, como la cocina, va por ciclos. Igual que los guisos moleculares han oxidado el clasicismo de Bocuse, los euros arábigos amenazan con ajar los sueños de grandeza del presidente Aulas.
2 comentarios:
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Etapa complicada la del Lyon, que ahora vive a la sombra de PSG y AS Mónaco y de la revelación de turno en la Ligue1, sea Lille , Girondins o Montpellier.
Un saludo
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