En la localidad checa de Pacov el fútbol tiene la batalla perdida con el motociclismo. De hecho si uno mira la lista de ciudadanos ilustres nacidos allí, generalmente no hay mención a Jiri Nemec pese a que en su palmarés hay una final de la Eurocopa y una Copa de la UEFA con el Schalke. Ambos son galardones menores para sus habitantes, que prefieren presumir de tener como compatriotas a algunos ilustres poetas nacionales.
Puede que detrás de esa falta de reconocimiento se esconda el hecho de que no sienten a este extremo como algo puramente suyo debido a que en su adolescencia, con apenas quince años, hizo por carretera los menos de cien kilómetros que separan su localidad natal de Ceske Budejovice con el objetivo de comenzar a labrarse un futuro como profesional.
Aquello, que parecía un sueño, no tardó en hacerse realidad. Tras comenzar en las inferiores del club, sus maneras con el esférico le permitieron dar el salto al primer equipo y por tanto ganar visibilidad. No era tema baladí ya que en su país natal esta suele marcar la diferencia entre pasear por provincias de diversa índole o llegar a la ansiada capital, donde el deporte rey se vive de forma diferente y las opciones de emigrar al extranjero son mucho mayores.
En su caso, fue el Dukla quien le dio la alternativa en Praga. Sin embargo con el paso del tiempo se vio que el futuro le reservaba algo más y por eso se marchó al Sparta tres veranos después, ya asentado como internacional absoluto. Ese fue también el periodo que aguantó en el gigante patrio antes de atender alguna de las ofertas que le llegaban más allá de las fronteras.
Se decantó por el Schalke, un club en progresión que podía darle estabilidad a sus veintisiete años. Lejos de sufrir problemas de adaptación, su figura creció. Acompañado de una generación portentosa, alcanzó la final de la Eurocopa 1996. Fue el aperitivo de su mejor momento en materia de clubes, la conquista de la Copa de la UEFA de 1997 ante el Inter de Milán. El logro le ayudó a convertirse además en el mejor jugador checo de aquella campaña.
Sin embargo la caída de las primaveras no perdonaba y tras nueve años defendiendo los intereses de los teutones decidió volver a casa. Lo hizo para jugar en Blsany, municipio con una destacada capacidad para producir lúpulo. Pese a la edad, aquella no sería su última experiencia. De hecho le llegó el físico para militar de nuevo en el Sparta y en el Viktoria Zizkov antes de retirarse en el Dobrovice.
Arrancó entonces su experiencia en los banquillos, generalmente ejerciendo de apoyo en lo que le requería el Dukla. También echó una mano en las inferiores del Sparta y en el Kladno. Todas estas tareas las compaginó siempre con su labor como padre de una estrella en ciernes. Al igual sucediera en el caso de algunos otros compañeros de vestuario en el Schalke, su hijo va quemando etapas en las inferiores de la entidad.
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