Aquella noche del doce de mayo del año 1999 en Moscú, un
ambicioso proyecto llegaba a la cumbre. Sobre el césped dos campeones del mundo
y dos que lo serían después compartían celebración con algunos de los nombres
más destacados del fútbol argentino por entonces. Acababan de ganar la Copa de la UEFA defendiendo
los colores del Parma, un club que varias campañas atrás ya había experimentado
el goce continental tras levantar ese mismo trofeo y justo antes una Recopa.
Sin contar al hijo pródigo Asprilla, que se fue al Newcastle
para volver después, solo Luigi Apolloni podía presumir de haber participado en
los tres éxitos y haber cumplido el ciclo de forma ininterrumpida. El espigado
central pelirrojo, que llegó a la entidad a finales de los ochenta, era el
único capaz de dar testimonio en ese vestuario del gran cambio experimentado
por la entidad y la ciudad.
Aquella urbe, fragmentada por el río con un Duomo clásico escoltado
por un campanile y un baptisterio, había irrumpido de la nada en el panorama
balompédico subida a lomos de un brioso corcel llamado Parmalat. Mientras le
fue bien a la empresa de Calisto Tanzi, no le faltó de nada al equipo. Sin
embargo los cimientos del sueño habían sido levantados con papel de fumar y a
un hundimiento le siguió el otro. La historia no le valió al Parma para
sobrevivir así que en el tramo final de la pasada campaña llegaron los postreros
estertores y el previsible deceso.
No hay sin embargo tumba lo suficientemente profunda como
para enterrar una leyenda ni categoría lo demasiado baja desde la que no se
pueda empezar de nuevo. La Serie D es ahora la casilla de salida, un purgatorio
donde se mezclan pueblos desperdigados por la ‘bota’ junto a otros penitentes
ilustres con la cara también lavada como el Siena, el Rimini o el Padova.
Para salir de esa jungla de piernas como cuchillos nada
mejor que poner al frente de la expedición al ‘último superviviente’. Apolloni
se sienta ahora en el banquillo para dirigir a un grupo con salpicaduras de
clase como la que aportan los desconocidos Corapi o Melandri y retazos de
nostalgia que llegan de la mano de Alessandro Lucarelli, quien a sus treinta y
ocho años se ha convertido en ídolo al entender que durante el ocaso es
recomendable ser cabeza de ratón.
Todos ellos despuntaron de manera notable en el primer
encuentro que el nuevo equipo disputó en el Ennio Tardini, un amistoso ante el
Pontedera que reunió a mil trescientas personas en las gradas. Por diez euros,
varios novios se regalaban arrumacos en la tribuna de sombra. Pagando la mitad,
exaltados desprovistos de camiseta cantaban desde un fondo divisando en el
horizonte a una decena de hinchas del visitante.
No puede decirse que aquello fuera una fiesta pero sí al
menos que en ese estadio ahogado por las casas colindantes y decorado con una manierista
puerta de acceso en su fachada principal, había voluntad de subirse al nuevo
tren. Y es que, dentro de la desgracia que supone la orfandad, al menos se ha
intentado embalsamar con cierta delicadeza el cadáver. Para endulzar la píldora
que han de tragar los seguidores, nada mejor que una figura de consenso.
Con su pelo cano y un gesto ya desprovisto del amargor que
acompaña a todo técnico tras varias campañas alejado del gremio, Nevio Scala
asoma en el descanso desde las entrañas del estadio rumbo a un KIA que podría
ser el de cualquier vecino de un barrio obrero. Intenta pasar desapercibido
pero no es fácil cuando ejerce como el actual presidente y su cara ilustra la
campaña de captación de abonados junto a un grupo de niños risueños bajo el
lema: ‘Un nuevo inicio para un largo viaje’.
Quien forjara desde la banda un equipo ganador y ejerciera
de maestro para su sucesor vigente, es capaz de atreverse con el inglés para
dar detalles a un servidor acerca de una segunda juventud personal que camina
de la mano con el renacimiento parmesano: “Tenemos mucho entusiasmo. Creo que
es un buen equipo y espero que en poco tiempo veamos un fútbol muy bonito”.
Asimilando que toca olvidar el pasado glorioso, cree además
que la acogida está siendo positiva: “La respuesta de la ciudad es muy buena
porque le gusta ver a jugadores jóvenes. Espero que en unos años estemos todos
juntos en la Serie A, aunque estaría bien también la Serie B. Estoy seguro que
van a seguir al equipo porque a la gente le gusta nuestro trabajo, las personas
que componemos la nueva estructura. Estoy seguro de que la ciudad estará junta
con el equipo”.
El respaldo recibido por el plantel desde la grada en el
intrascendente amistoso ante el Pontedera hace pensar que el proyecto cuenta
verdaderamente con el beneplácito popular. Y es que no deja de ser meritorio
que pese al calor, que obligó incluso a intervenir a los sanitarios para tratar
un desvanecimiento, la tribuna principal y uno de los fondos presentaran un
aspecto más que saludable para un choque del que apenas había constancia por el
centro de la ciudad.
Duro y lleno de obstáculos será el camino. En el mejor
de los casos, será placentero a las primeras de cambio. En el peor, se pondrá a
prueba la fe de todos aquellos que tienen que adaptarse a una nueva realidad.
Asumir que la gloria no volverá si no arriman todos el hombro es el primer paso
para salir a buscarla de nuevo. Solo así puede que, como ya sucedió en los
noventa, aparezca de la noche a la mañana. Con suerte, a la segunda será más
duradera.
2 comentarios:
Serie A del club han tendido Internacionalización;
Esto es lo que podemos ver...
Todos ellos despuntaron de manera notable en el primer encuentro que el nuevo equipo disputó en el Ennio Tardini, un amistoso ante el Pontedera que reunió a mil trescientas personas en las gradas.
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